Esta heladería está situada en el Norcenni Girasole Club, en la plaza principal, adornada con una fuente que cambia de color. Las mesas de la terraza se colocan entre elegantes plantas, creando un entorno romántico, pero no excesivamente recargado.
La calidad y variedad de los helados es excepcional, siendo quizá de los mejores helados que haya probado en Italia. Chocolate, vainilla, coco, menta... probé varias veces y todas ellas me encantó.
Es un sitio ideal para acudir en pareja una tranquila noche de verano si la temperatura acompaña, ya que está rodeado de campo y refresca.
El precio no es caro y también se pueden tomar cócteles y helados más preparados.
No encontré ningún punto negativo a esta heladería.
Como recomendaciones:
- Añadir un tamaño algo más pequeño a los helados para cuando no se tiene mucha hambre.
- Añadir los sabores de los helados a la carta que tienen en las mesas.
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