Después de varios meses viviendo en Andorra, este es el mejor restaurante que he conocido en el país.
Para empezar, la acogida en la puerta y la amabilidad de la persona que estaba al cargo fue lo primero a destacar... a pesar del mal momento...que vivimos.
Elegir los platos fue difícil porque todo sonaba delicioso como ya aventuraba el aperitivo de mongetas, sencillo y riquísimo.
Las croquetas de dos tipos, jamón y queso con mermelada de tomate, eran espectaculares... y mira que habremos probado croquetas en nuestra vida. Con este comienzo, las expectativas del canelón de boletus y los postres eran altísimas y fueron satisfechas para alegría de mi paladar.
Y llegó la cuenta: menos de 30€ por cabeza (sin vino ni café, eso sí). Tan aceptable como todo lo anterior.
Comida apetecible, presentación exquisita, servicio amabilísimo.... ¡¡¡y en una compañía de lo más grata!!!
Lo dicho, para repetir mañana mismo porque quedan muchos platos por probar.Más