llegar a la ciudad de Guadalajara y encontrarse en este romántico y bello hotel con detalles tan nostálgicos y mágicos, te remonta a tiempos donde el ajetreo actual no existía. El recibimiento que tuvimos por el señor que atiende hasta las nueve de la noche, fue formidable y hospitalaria. las instalaciones limpias y llena de detalles románticos, el desayuno muy completo. El único detalle que observaría al Gerente, es que, el día que pretendiamos descansar porque ya nos iríamos de ahí, nos despertaron gritos y carcajadas, que me percaté venían del bar, donde se encontraba una joven empleada que despues se dirigió a la cocina y que al parecer olvidó donde se encontraba y reía a carcajadas a todo pulmón. Al preguntarles mi esposo, quien hacía tanto ruido, negaron saber de donde, pero si me percaté bien que ellos eran los que tenían el bullicio de sus risas y platicas en voz alta, ya que llegué antes al restaurant y no se dieron cuenta que estaba sentada mirándolos. y después el joven que se pasó a recepción, al escucharlo hablar, no dejaba de decir "wey" cada dos o tres frases, algo que desentonaba con el lugar. Quizás la falta de un gerente o del dueño del lugar, o buen entrenamiento para los jóvenes empleados sea necesaria, pero fuera de ese detalle el lugar vale la pena, se encuentra en el centro histórico de Guadalajara.