Al llegar al hotel, el personal de recepción tomó mi temperatura y desinfectó mis maletas. Contaba con dispensadores de alcohol gel sin contacto a la entrada de los elevadores. En la habitación todo estaba sanitizado, desde el papel higiénico hasta el retrete. Ofrecía dos bolsas de papel, una con bolígrafo y libreta, y otra con champú, jabón y crema corporal. La habitación contaba con agua bebible permanente, una iluminación inmejorable y aire acondicionado, aunque la vista de la ventana daba hacia unas azoteas y no era nada inspiradora.