Estar en plena colina de La Alhambra, con las mismas vistas y sensaciones que sus antiguos moradores era nuestra ilusión. Y el Parador la cumplió ampliamente. Lo recorrimos con calma siguiendo el estupendo plano, la alberca nos encantó, la habitación nazarí tiene un ambiente especial, el claustro y el corredor silenciosos yaportan serenidad, lo mismo que las fuentes, el jardín...Y de otra parte el desayuno muy bueno, el pan de aceite muy rico, lo mismo que la cocina del restaurante donde probamos sabores nuevos y especiados, con un toque dulce, tan diferentes para nuestros paladares hechos a la cornisa cantábrica. Las berenjenas están riquísimas.Y hubo un regalo muy especial: un guitarrista estuvo tocando durante la cena!!! Un detalle exquisito que agradecemos especialmente.Más
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- Servicio a la habitación
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