Los platos que sirven, no se corresponden en absoluto con lo que se anuncia en el letrero situado en la entrada. Platos con raciones muy escasas y productos de calidad más que cuestionable, pese a los esfuerzos de la camarera por defender el producto de cercanía y las elaboraciones realizadas en el momento. La bebida no la sirven en la mesa, y las copas son de un material similar al metacrilato. Una copa de vino cuesta 10€.
Nos equivocamos de pleno al elegir este restaurante, nos dejamos llevar por el encanto de las vistas.