Hotel aparentemente sencillo, pero que cumple todas las expectativas. Situado frente al cubo del Kursaal, desde su ventana, casi a pie de calle, es posible ver como las olas del Cantábrico se juntan, a veces violentamente, con el río Urumea. El casco viejo y la zona de pintxos,están a dos minutos a pie! Las habitaciones no son muy grandes, pero las camas y almohadas son muy cómodas. Por poner un pero, la insonorización de las habitaciones es mejorable. Aún así dormimos fenomenal. Resulta muy recomendable desayunar en el cercano establecimiento "Argitan"(a tres minutos, junto al puente), una deliciosa pastelería donde disfrutar con todos los sentidos, zumo de naranja, chocolate casero, tostadas..y buenas vistas. Y no es más caro que la mayoría de los desayunos de hoteles..
Volviendo al Hotel Parma, el personal es muy amable y las instalaciones son modernas.
Una curiosidad: El hotel es solo la planta baja!