Se trata de un hotel que empieza a denotar el paso de los años, pero que compensa con lo atento de su personal, tanto de mostrador, como del suficiente desayuno que incluye. Nuestra habitación, sita en la última planta era abuhardillada, con el encanto que eso tiene para alguien de estatura media, grandullones abstenerse. Por lo demás está pegado a la concurridísima Plaza Vittorio Veneto, y muy cerca de la Mole Antonelliana. A 50 metros hay varias paradas de tranvia y bus que conectan , no directamente, con el aeropuerto. Estancia tranquila, agradable que completó un feliz viaje a la bella y sorprendente capital del Piemonte.