Habíamos reservado con mi esposo para llegada Viernes 24 y salida Domingo 26, pues hace 4 años habíamos estado y queríamos volver a disfrutar la experiencia vivida.
Llegamos, y la habitación asignada era una habitación con muy poca luz natural, que nos obligaba a prender luces y por lo tanto cerrar cortinas a pleno día. No había más habitaciones disponibles, pues al ser semana sin Luna, había un grupo de astrónomos que tenían ocupadas todas las restantes habitaciones.
Las áreas comunes que en la anterior oportunidad pudimos disfrutar pues eran suficientes para los turistas de esa época, en esta oportunidad estaban ocupadas por el grupo de científicos trabajando con sus computadores y reunidos. Nosotros eramos los únicos "turistas". La cena se adelantó a las 18:30 hrs para acomodarse a un pedido del grupo de científicos, luego de la cena la cocina cerró.
A las 19:30 hrs salimos a recorrer un sendero que años atrás ya habiamos hecho, al interior del predio de la HAcienda y nos encontramos que con el paso de los años, no habían mantenciones a la vista, y tampoco había estaciones para sentarse cómodamente y disfrutar la vista, nuestra expectativa era disfrutar el cielo estrellado al ser semana sin Luna.
Habíamos leido que la Hacienda contaba con un observatorio, y consultamos pero la respuesta es que los científicos estaban trabajando y no podía haber visita, entonces, concluimos que el observatorio no es con fines turísticos como se interpreta en el sitio web de la Hacienda Los Andes.
A las 21:00 hrs cuando con mi esposo queríamos disfrutar un trago en la terraza, el comedor y cocina estaba cerrado y no había nadie a la vista, solo encontramos un letrero que indicaba en la puerta del comedor que si alguien necesitaba algo, entonces llamar a un celular que se numeraba. Nos pareció que no era prudente pues interpretamos que el aviso estaba orientado a alguna urgencia, pues todas las luces y puertas del comedor estaban apagadas y cerradas respectivamente.
Recordamos con nostalgia que el año 2012 disfrtamos con otros turistas en la noche y en la terraza de traguitos y conversaciones distendidas, bajo las estrellas de ese cielo privilegiado. pero al parecer el "cliente preferencial" no somos los turistas. Cabe señalar que no hay opciones de restaurante cercano, lo que instala la necesidad que Hacienda Los Andes provea de más servicio y se enfoque a prestar una mejor atención a los turistas.
Para cerrar la experiencia, al día siguiente nos ofrecieron amablemente desayunar en la terraza, y todo iba bien hasta que una camarera, comenzó a sacudir choapinos de la habitación cercana y barrer a metros de nosotros, ignorando que todo el polvo venía hacia nuestra mesa, a solo 3 metros de donde ella estaba sacudiendo la habitación. A nuestra vista, desayunando con toda las ropa de cama estirada por la ventana. Nos retiramos el Sábado en la mañana, decisión que ya habíamos tomado en la cena del día anterior.
Recomendamos consultar los servicios y qué actividades de su interés están disponibles, para no decepcionarse.