En primer lugar el trato muy justito, el chico que nos atendió no parecía muy contento, se limitó a darnos la tarjeta de la habitación e indicarnos el cartelito donde ponía todo el rollo del desayuno, nada más.
La habitación justa, el tamaño el necesario para poner la cama y si ibas con maleta grande poco te quedaba para pasar. La cama no era de matrimonio, eran dos individuales juntas, aunque lo habíamos solicitado. Pero lo peor era el baño, fue abrirlo y mearte de la risa. Todo rosa, exageradamente rosa y además antiguo. La bañera tenía ducha integrada y media mampara, así que había que ir con cuidado de no mojar nada.
El desayuno muy escaso, cuatro embutidos, dos pastas y un café al que califiqué como mágico, era tomárselo y en 15 minutos tenías que ir al baño. Depende de como se mire es una ventaja también... Además, no había muchas mesas así que a partir de las 9 se llenaba el comedor y se formaban colas.
Eso sí, tenía parquing propio y gratuito, un punto a favor. El edificio en general era muy antiguo y todo hacia mucho ruido. Se escuchaban las habitaciones cercanas y el pasillo. Está a unos 25 minutos en coche de San Sebastián y está muy céntrico en Irún. Aun así, no vale el precio por el que se paga por él.