Las cabañas son muy acogedoras, la playa frente a la playa, un lugar pequeño y al parecer muy romántico. El grandísimo problema de allí es que no hay regla alguna para los huéspedes -o al menos para los extranjeros. Nos hospedamos 2 noches y había un grupo grande de europeos que empezaban la fiesta a las diez de la noche y acababan a las cinco de la mañana, todo al pie de nuestra cabaña. Era música a todo volúmen, gritos, aplausos, quebradero de botellas y lo peor olía a marihuana, no pudimos dormir nada. A la noche siguiente otra vez lo mismo, solo que a las 4 de la mañana hablamos a recepción y la recepcionista Carmen nos dijo que lo iba a ver, nada pasó. Salimos a buscar al guardia y nos dijo que ya tenían conocimiento desde la noche anterior y que la recepcionista Carmen les dijo que no podía hacer nada. Total, pasamos dos noches terribles. El problema no es del turista, si no del hotel que no pone reglas. Al parecer puede ir quien sea y hacer su fiesta sin que le llamen la atención.
Terrible servicio al cliente, lástima del lugar. Ijalá tomen cartas en el asunto.