Tienen muy poquitas habitaciones, unas 6 u 8, no recuerdo ahora. Su propietario es un italo-alemán enamorado de la cultura maya y q ha creado un oasis de distinción y exquisitez en el corazón de la selva chiapaneca.
Sólo lamentamos una cosa: q dispusiéramos nada más de una noche para disfrutar de ese paraíso. Comodidad extrema, desde la cama a las instalaciones; cocina exquisita: en su carta de mezclan las especialidades locales con otros platos de tinte internacional (italiano sobre todo), todo ello perfectamente preparado; entorno idílico, empezando por las habitaciones y siguiendo por sus jardines y piscinas. Y por último, pero eso no menos importante, excelente trato del personal, q te hace sentir como en casa en todo momento.
Muchas gracias por la calurosa acogida. Enhorabuena por el empeño q ponéis en sacar adelante ese rinconcito con tanto encanto.