Situado en la Selva Lacandona, a tan sólo 5 km de la zona arqueológica de Palenque (Lakamha) y 500 metros del parque Axules, el Hotel Quinta Chanabnal es un oasis de verde, vida salvaje y lujo. Luego a nuestra llegada fuimos saludados por los dos monos aulladores que habitan la propiedad. El sonido que emiten puede causar extrañeza, pero nada que temer, como bien resaltó el equipo del hotel. Llegamos alrededor de las 21h. Éramos los únicos huéspedes del hotel y estában nos esperando. Incluso, una mesa estaba puesta en el restaurante a nuestra espera. El check-in fue rápido y cordial y luego podemos cenar. El restaurante cuenta con platos internacionales y regionales y sirve cada día una sopa de cortesía. En los días en que estuvimos por allí, comimos una deliciosa sopa de espárragos y de coliflor. La comida es razonable. El propietario del hotel, señor Rafael, nos recibió y, como es un experto en historia y cultura maya, nos informó bastante acerca de la región. Una vez más, como en varias otras partes de México, la atención y la cordialidad de los empleados y el personal del hotel son un diferencial importante en las impresiones sobre el establecimiento. En el caso de la Quinta Chanabnal, sólo se suman a las demás calidades para crear una experiencia única. Tuvimos un upgrade de habitación y nos quedamos en una suite Deluxe, la de número 3 (el hotel cuenta con siete habitaciones, incluso una presidencial). La habitación era enorme, con una sala de estar decorada con un hermoso vaso de flores tropicales (heliconias), un amplio escritorio y armarios. Posee un área externa con sillas de mimbre que ofrecían vistas a un jardín exuberante. Las grandes ventanas de la habitación permitían la misma visión. La cama, amplia y confortable, tiene buenas sábanas y la colcha presentaba el delicado trabajo textil local. De la misma forma, el cuarto de baño era muy grande, tal vez el más grande entre los hoteles en los que ya estuve, con una amplia encimera en el fregadero, buenas amenidades y excelente espacio para la ducha. La habitación contaba con frigobar (bebidas cortesía), albornoces, caja fuerte, cafetera, secador de pelo, ventiladores de techo y aire acondicionado. Tal vez falte un par de zapatillas para caminar sobre el frío suelo de piedras. La iluminación es excelente, tanto la natural proporcionada por las grandes ventanas de vidrio como la artificial. La Internet en el hotel es muy buena, con dos fuentes de señales, el restaurante y las habitaciones. El hotel no tiene un gimnasio. Sin embargo, uno de los puntos altos de este hotel (de muchos) son las piscinas en piedra ubicadas en los fondos de la propiedad, después de un lago y en el medio del bosque. Allí se puede nadar y hacer ejercicios. El paisaje es hermoso, rodeado de árboles y flores tropicales, con cascadas y agua tibia. Son tres piscinas de diferentes tamaños que están abiertas entre las 9h y las 21h y, aunque no las utilizé por la noche (me quedé con un poco de miedo al ruido de los monos), la iluminación del lugar por la noche es puro romance. El hotel cuenta con un spa que ofrece, entre otras cosas, un baño de vapor al estilo Maya, el Temazcal (MEX 1.500,00 para dos personas). Desde el hotel, para llegar a las ruinas de Palenque, basta simplemente tomar una van en la carretera enfrente al costo de MEX 20,00. En resumen, sólo el bosque alrededor ya vale la estadía. Cuando se suman todos los demás atractivos, este hotel deja de ser un medio de alojamiento y pasa a ser el propio destino.