Mi novio y yo decidimos terminar nuestra viaje por Costa Rica hospedándonos tres días en este hotel. Lo escogimos por las vistas y en este sentido no nos decepcionó, pero el resto de cosas dejaron bastante que desear, especialmente el trato del personal.
Se trata de un hotel pequeño, pero bonito en la montaña con unas vistas inmejorables del atardecer sobre el pacífico. El jardín es muy bonito y agradable y la piscina, una pasada.
Nuestra habitación era bastante grande, con una cama de matrimonio, una ducha muy grande, baño, tele, aire a condicionado y ventilador. Por lo general la habitación en sí estaba bastante bien, aunque las paredes estaban muy sucias. Por otro lado, el ventilador, que era de techo justo encima de la cama, hacía lo que le daba la gana y se ponía a dar vueltas y se paraba cuando le apetecía. Pero lo peor era la puerta. La cerradura y la llave eran bastante ridículas e imposibles de abrir la absoluta mayoría de las veces. Cerrar con llave era un sufrimiento porque sabíamos que después íbamos a tirarnos por lo menos 5 minutos intentando abrir sin éxito. Bastante cutre.
El hotel no cuenta con restaurante, pero existe la posibilidad de pedir comida y que te la traigan, para lo cual tienen un montón de menús en la recepción. Eso es una buena idea. Por otro lado, lo que sí que hay son bar y servicio de desayuno. El primero es excelente, todos los cócteles que pedimos estaban muy ricos y el precio era razonable. El desayuno sin embargo... el que viene incluido consta de fruta bastante rica y un par de tostadas con mermelada; además hay zumo de naranja y café y si quieres puedes pedir más cosas pagando un suplemento (pero sobre eso no podemos opinar porque nunca nos lo ofrecieron y nos enteramos al final de que existía dicha posibilidad, en fin...). La comida en sí no era mala, el problema en sí fueron las condiciones. El salón está completamente abierto al jardín y, por algún motivo, había una invasión de pequeñas abejas sin aguijón, que no son peligrosas, pero sí muy molestas. Cada vez que intentábamos desayunar una horda de abejas venía a por nuestra comida convirtiendo ese momento del día en algo de lo más desagradable. Además, cuando nos dábamos por vencidos y les regalábamos nuestra mermelada para que, al menos, nos dejaran comer el resto de cosas si te descuidabas un segundo la chica del hotel se había llevado el recipiente y volvías a tener a la abejas acosándote. Jamás entendimos por qué no ponían ellos mismos cebos con mermelada en zonas alejadas antes de servir los desayunos, pero la ineptitud del personal nos estropeó por completo dos de los tres desayunos.
Por último, lo peor del hotel es parte de su personal. A pesar de que uno de los chavales que trabajan allí era muy simpático y fue el único que hizo nuestra estancia un mínimo agradable, las dos mujeres que también trabajan allí nos amargaron el resto. El primer momento que nos hizo alucinar fue nada más llegar. Después de instalarnos en nuestra habitación, bajamos a la recepción a informarnos sobre cómo ir a la playa y qué hacer por la zona. Cuando llegamos las dos mujeres estaban allí hablando entre ellas sin hacer nada y así siguieron ignorándonos, hasta que mi novio las interrumpió para preguntarles las indicaciones a la playa. Nuestro asombro fue mayúsculo cuando la respuesta que obtuvimos fue una sonora carcajada, como si le hubiéramos hecho la pregunta al dueño de un hotel en el centro de Madrid. Atónitos y con un enfado creciente, mi novio insistió, pero lo único que obtuvimos fue más o menos un “a la derecha hay una y a la izquierda hay otra” (puntualizo que ambas playas están bastante lejos y se necesitan instrucciones precisas para poder llegar). Para evitar seguir perdiendo el tiempo y los nervios, nos fuimos sin más y preguntamos en el primer punto de información turística que vimos, donde nos explicaron todo bien. El siguiente momento desagradable lo tuvimos durante el primer desayuno ya que, aparte del ya mencionado problema de abejas del que nadie nos avisó, volvieron a ignorarnos durante un buen rato, sirviendo a todos los que llegaron después y evitándonos a nosotros. Eso nos dio la sensación de que el trato desagradable tenía que ver con nuestra nacionalidad (el resto eran estadounidenses e ingleses) o con el hecho de que éramos unos jóvenes mochileros y no una adinerada familia con hijos (como todos los demás). Además, el café está en una mesa para que cada uno se sirva; cuando pregunté por él, de nuevo se rieron de nosotros. Desde ese momento las evitamos todo lo que pudimos, bajando a hacer preguntas o a por cosas sólo si estaba el chico. Sin embargo, aún nos quedaba un mal momento antes de irnos. Teníamos pensado coger un autobús que pasaba 45 minutos más tarde por una parada que está a unos 10 minutos andando así que bajamos tranquilos a devolver las llaves y pagar. Pero cuando le contamos el plan a la chica de la recepción ésta nos dijo que el autobús no paraba allí si no mucho más lejos y que prácticamente no nos daba tiempo así que salimos corriendo estresadísimos (bueno, no sin antes estar un buen rato para pagar porque, por supuesto, ella no se dio ninguna prisa). Por el camino volvimos a encontrarnos al hombre que nos había solucionado la vida el primer día que nos confirmó que el autobús pasaba por la paradas que nosotros creíamos así que al final estuvimos más de media hora esperando en la parada mientras llovía a mares, muy agradable para terminar.
Por último, hay muchos animales tanto en el hotel como en los alrededores. Lo más llamativo son, por supuesto, los monos que campan a sus anchas por el hotel. Al principio me pareció extraño que siempre estuviesen allí para deleite de los huéspedes, luego comprendí que les dan de comer los del hotel detalle que, sinceramente, no me gustó demasiado porque se trata de animales salvajes, no de compañía, pero después de todo lo demás esto sólo me pareció una anécdota.
En resumen, si lo único que buscas son unas buenas vistas, éste es tu hotel. Eso sí, tráete la zona estudiada de antemano y no esperes muchas sonrisas durante tu estancia.