En Diciembre del recién pasado año 2011 decidí recibir el año nuevo en compañía de mi esposa en la ciudad de León, Nicaragua, en el atrio de la famosa Catedral recientemente declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por la cantidad de visitantes todos los hoteles de León y Poneloya estaban ocupados, pero pude conseguir una habitación matrimonial en este hotel Grand Hotel, que parecía estar algo vacío. El costo por noche es de cerca de 40 dólares. Las instalaciones del hotel son confortables, con bastantes jardines y clima fresco, el parqueo de vehículos está dentro del mismo hotel y cada quien aparca su carro enfrente de su habitación. Las habitaciones son amplias, higiénicas y aseadas. Los baños limpios y con su agua caliente en buen estado. Pero el problema que tuve fue que al regresar al hotel un poco pasada la medianoche del 31 de Diciembre, nos encontramos con populosas celebraciones de fin de año en las casas aledañas al hotel, con muchos hombres ebrios y agresivos que nos dijeron ser los dueños de las calles por las que habían pagado dinero a la alcaldía y nos impidieron a nosotros y otros clientes del mismo hotel llegar al mismo e indicándonos que nos fueramos a dormir a la calle o quemaban los vehículos. Al poner en conocimiento de esta situación a los funcionarios de turno del hotel, éstos en tono displicente nos dijeron que no era problema de ellos y que no tenían nada que hacer. Así que tuvimos que llenarnos de paciencia, además del temor que ocasiona esta situación, y esperar hasta que los borrachos terminaron su juerga y penetramos al hotel por supuesto después de haber planteado nuestra protesta a la administradora del flamante Grand Hotel. Naturalmente que abandonamos el susodicho hotel tan de mañana como pudimos.