Hotel con numerosas habitaciones distribuidas a lo largo de dos grandes pabellones. Por fuera, tiene una imagen muy buena, con enormes praderas y arboles que invitan a disfrutar con las vistas sobre las montañas. Disponen de una piscina exterior.
Por dentro las instalaciones comunes (salas, recepción y piscina) correctas, aunque necesitan algo de mantenimiento.
Las habitaciones muy amplias (íbamos cinco y estábamos la mar de bien), con camas muy cómodas y un baño y servicios correctos (nevera, cafetera, plancha...). La única pega es la puerta de acceso, que no era electrónica, sino con llave de toda la vida, que había que cargar con ella, lo que era una incomodidad y además ofrecía poquísima seguridad la cerradura.
La sala de desayuno estaba muy mal aclimatada al parecer un frigorífico (mal control de la temperatura). El desayuno con algún plato caliente (huevos, salchichas) y el resto normal (cereales, panes, mermeladas...) correcto.
El servicio atento y con ganas de agradar.
Lo mejor el emplazamiento.