Llegamos a este hotel buscando un lugar donde comer y terminamos completamente enamorados, que regresamos varias veces.
El restaurante tiene buenas opciones de comida y una vista espectacular a Playa Mermejita. Los dueños están siempre en el hotel, conviviendo con los huéspedes, lo que te hace sentir en casa. Tiene acceso directo a la playa y camastros ahí mismo.
Aunque nos hospedábamos en el hotel, nos dejaron quedarnos con la condición de consumir. Ciertos días por la mañana, ofrecen también yoga (el profesor es buenísimo) y funciona a través de donativos, lo que lo hace accesible para todos.