La experiencia en su restaurante La Brasserie deja muy mal a su hotel.
Dicen que la primera impresión es la que cuenta. Una pena no haber salido corriendo nada más sentarnos.
La experiencia es la peor que he vivido en toda mi vida y conozco muchos restaurantes.
Lo primero es que nos atiende una señora que iba vestida echa un desastre, desde luego hubiera sido vestida igual para trabajar en un bar de quinta categoría, lo peor, es que luego nos enteramos que era la dueña del restaurante.
Nos atiende después de 15 minutos sentados y tras otros 20 minutos nos toma la nota de la comida. No tenían la mitad de los alimentos que íbamos solicitando. SE me ocurrió preguntarle como hacían el pescado a lo que me contestó muy impertinentemente que “como iban a hacer el pescado, pues como se hace en el País Vasco”, ¿perdón?, no sabía que en el País Vasco no se puede hacer a la sal, a la plancha, al horno… no sé. Me callé y no le seguí el juego. Nos teníamos que haber levantado e irnos ene se momento para ahorrarnos el disgusto siguiente.
Total que pido unos chipirones en su tinta que no tenían (no tenían tinta, tampoco, en un restaurante vasco para los chipirones…) bueno pues los pedí encebollados.
Llevábamos ya sentados una hora y cuarto de reloj y no llegaba nada. Habíamos pedido un centollo preparado, el cual teóricamente ya lo tenían listo y eso que es frio tampoco llegaba. A todo esto, ya nos habíamos fulminado 1 botella de vino lógicamente.
Por fin nos traen el centollo que estaba fatal preparado, había más cáscaras dentro que lo que habían desechado para la basura, un desastre y las almejas de frescas no tenían nada.
Ya llevábamos casi dos horas sentados y vino el camarero, la otra impresentable ni se atrevió a acercarse, a decirnos que no había chipirones encebollados pero que nos los podían hacer a la plancha. O sea una hora y cuarto después de pedirlos nos comunica que no tienen ¿que? ¿Cebolla?
Lógicamente nos pareció una tomadura de pelo que no se puedan encebollar unos chipirones por lo que decidimos pedir la cuenta de lo consumido hasta el momento e irnos. Por cierto que nos cobró hasta el pan. Por supuesto las dos botellas de vino que ya habíamos pedido después de dos horas sentados.
Yo recomiendo huir de este lugar y que esta señora vaya a una escuela de restauración a aprender como se lleva un restaurante y, sobre todo, modales, por que hasta su posición atendiéndonos, son un brazo en jarra, dejaba mucho que desear. Espero cerréis pronto para siempre este lugar. Una vergüenza para el País Vasco donde se come muy bien y gente como ésta sobra.