Lo descubrimos por casualidad y las expectativas que llevábamos no eran tan altas. Es un hotel boutique, pequeño, con el lujo de los grandes y la atención personalizada de todos los colaboradores. La ubicación es la óptima, sobre todo si se conoce que Roatán se colma de gente en temporadas altas como la de Semana Santa. Está justo en el medio entre West end y west bay (quizás un poco más cerca de West Bay). Es un paraíso privado en medio de la multitud que no se ve ni puede acceder al hotel o a sus comodidades.
La habitación más pequeña es perfecta para dos. Tiene lo justo para ser muy cómoda. Además del área de la cama, closet y baño tiene una pequeña antesala con un sofá, hornillas, microonda, refri y lo básico hasta para cocinar cosas sencillas. Además, una terracita para relajarse y disfrutar del día.
La cocina y el bar atendidos por Clinton en la mañana y Randy en las tardes. Los dos simpáticos lugareños acostumbrados a tratar con turistas: atentos y serviciales.
Uno de sus dueños, Marcos, es quien te va a buscar al aeropuerto y Génesis te recibe cuando llegas al hotel. Es ella la encargada de presentarte a cada uno de los colaboradores y se asegura cada día que no t falte nada en tu estancia.
La comida es deliciosa, y se selecciona de un escueto menú.
El hotel tiene una playa exquisita y con kayacs se puede llegar a los arrecifes de coral para snorkelear y descubrir las maravillas del mundo marino.
Si no querés caminar, desde el hotel llaman un taxi q t lleva a donde quieras.
Es el lugar ideal para llegar y no moverse durante toda la estadía.